Somos un grupo de padres de alumnos del colegio Rafael Altamira que nos reunimos una vez al mes. Tomamos café y hablamos sobre un libro propuesto en la sesión del mes anterior. Leemos el libro, otros leen un capítulo, otros la mitad, unos llegan hasta la página 100, incluso algunos vamos sin haber podido echar un vistazo al libro. En la reunión, tertulia o jaula de grillos (llámese como se quiera) cada uno da su opinión sobre lo que ha leído y, obviamente, los pareceres son completamente distintos. Esos contrastes nos ayudan a alimentar y a ganar riqueza en nuestro entendimiento de la lectura.
Nadie es experto en nada, nadie es un avezado literato, nadie sabe más que nadie. Aquí lo que gana es la subjetividad: los gustos de cada uno.
Las reuniones las coordina Alberto Prego, profesor de secundaria y estupendo comunicador. El simple hecho de escuchar su interpretación de un libro ya vale un potosí.
¿El fin de todo esto? Leer por placer y conseguir, al mismo tiempo, que nuestros hijos conozcan ese placer.
¿El fin de todo esto? Leer por placer y conseguir, al mismo tiempo, que nuestros hijos conozcan ese placer.
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